DE ADOLESCENTES, EDUCACIÓN Y ALIANZAS

En este camino del continuo aprendizaje, no hace mucho, un experto educativo me dijo que adolescente provenía de un latinajo que significa "adolecer / sufrir dolor / estar aquejado de mente", y que el único camino en ese periodo de oscuridad y frío era el mantenimiento de una disciplina rígida y bien dirigida por un excelente proyecto curricular en la educación académica, sin fisuras ni rebordes. Se equivocaba, en primer lugar porque adolescente no proviene de adolere, sino que proviene del participio latino adolescens, que significa "que crece", del verbo adolesco, "crecer, desarrollarse" (para los romanos no significaba adolescente, sino que designaba a una persona en un tramo de edad que iba hasta los 25 años, que pasaba a ser denominado adultus). En segundo lugar, los proyecto curriculares de etapa, así como las programaciones de curso, son un índice marco que sirve de guía al profesorado para llevar a cabo una educación justa y ecuánime en los distintos centros, o eso se pretende, y es a la par flexible, pues cada grupo / aula es diferente y es el / la docente quien decide qué metodología utiliza en clase. No tendría sentido utilizar en todos los grupos la misma metodología, cuando no todos los grupos tienen el mismo nivel, ni aún los miembros que conforman cada grupo son iguales; ahí radica la riqueza de un grupo de aprendizaje, si cada miembro es diferente, cada uno o una de ellos o ellas puede aportar algo significativo, y esa es la labor docente, hacer que funcione como lo que es, un sistema.

Cuando el alumnado llega a la adolescencia y comienza a desarrollar su capacidad de razonamiento lógico - constructivo, ya porta consigo una serie de creencias y hábitos aprendidos a través del ejemplo en el hogar y el entorno, que van a potenciar o limitar determinados aspectos de su personalidad. Coral López y Carmen Valls hablan en su libro "Coaching educativo" de la importancia de desarrollar desde pequeños dos capacidades emocionales indivisibles y necesarias la una de la otra, como son el saber esperar y la capacidad de tolerar la frustración, ingredientes muy importantes para el aprendizaje del ser humano. Esta circunstancia, el propio hecho de no haber desarrollado alguna de estas dos competencias o ninguna de ellas, hace que la creación de un entorno positivo de aprendizaje en el aula se complique, más si cabe cuando al finalizar el curso hay que superar una prueba como la que establece la LOMCE.
En este punto, aclarar que el aprendizaje del ser humano en sus primeros años de vida no se produce a través del conocimiento y comprensión lógica (como muchas veces nos empecinamos los padres en creer), sino que a través de sus sensaciones y de sus emociones van integrando hábitos y conductas que le son agradables / desagradables y que les ayudan a "sobrevivir" en su entorno; por ello, cuando como padres vemos en nuestras hijas e hijos alguna actitud / comportamiento que no nos gusta, no pongamos la lupa para ver sus defectos, sino el espejo para ver qué refleja esa actitud de nosotros, qué comportamiento rutinario tenemos y no habíamos observado, qué he de cambiar yo.

Por todo lo comentado, desde mi experiencia como formador en grupos de distinta índole - ya sea edad, nivel cultural, profesión o procedencia - he ido observando cómo se interrelacionan y qué podría hacer yo para desarrollar sus potencialidades de manera que ayudase a la cohesión del grupo y a la mejora de sus competencias, personales y profesionales. De ello, ha resultado que para provocar un ambiente positivo de aprendizaje es muy interesante crear una alianza, en la que me incluyo como docente, pues como tal formo parte del sistema, soy uno más de ellas y ellos, pues no solo transfiero aprendizaje, sino que lo recibo por su parte; he aquí la riqueza del aula, y cuanto más doy al grupo, más recibo de él.

La alianza se establece durante los primeros días del curso, al objeto de lograr la implicación del alumnado en la asignatura. Para ello se trabaja sobre valores fundamentales, que consideramos universales, y de aplicación a cualquier entorno de aprendizaje: respeto, confianza y compromiso.
Cuando se trabaja en grupo, en el aula, debemos ocuparnos en primer lugar de la dimensión personal (respeto, confianza y compromiso consigo mismo); y una segunda dimensión basada en el otro (que tiene que ver con la influencia y generación de ambientes de respeto, confianza y compromiso), lo que facilita entornos de aprendizaje positivos.

Se trabaja con el alumnado la existencia de enfoques o perspectivas múltiples; es decir, se les muestra que cuando nos relacionamos desde nuestra perspectiva / realidad tendemos a imponer a los demás nuestro punto de vista, con el único objetivo de convencer, subordinar, neutralizar el resto de puntos de vista u opiniones. Cuando nos relacionamos desde la posibilidad de la existencia de perspectivas múltiples, legitimamos las diferencias en nuestros enfoques, integramos y entendemos la existencia de realidades diversas, fomentando y expandiendo las posibilidades del aprendizaje.

¿Para qué basar nuestra alianza en el respeto, la confianza y el compromiso?

- Respeto: para aceptar la diversidad humana, a los que piensan y tienen creencias diferentes a las nuestras. Ello va a permitir a cada aulmna/o emerger en máxima plenitud y abrir un espacio de aprendizaje en el que cada discente legitima al resto en sus diferencias y autonomía.
- Confianza: para que se cree un entorno de seguridad que permita a las personas actuar libremente y generar iniciativas de desarrollo en el grupo clase; base de cualquier grupo. La confianza en uno mismo es lo que nos permite crecer, abrirnos a los demás, aceptar nuestros errores. Sin confianza no es posible la construcción de un espacio de aprendizaje que facilite la cohesión del grupo; pues sus miembros potencian un sistema de protección personal que les lleva a la cautela en sus acciones y opiniones (lo que da lugar a la competencia, cuando la pretensión es la colaboración y cooperación).
- Compromiso: para aceptar la responsabilidad que adquirimos con nosotros mismos y con el grupo para el cumplimiento de los objetivos de aprendizaje. Ello facilita un espacio de aprendizaje en el que hay certidumbre, basada en la claridad de pensamiento, la aceptación y la consideración hacia todos los miembros del grupo aula, incluido el / la docente.

El hecho de pararte un segundo a crear un ambiente propicio para mejorar la receptividad del alumnado, preocuparte por sus inquietudes y por sus expectativas e intereses, puede ser todo un acicate que ayuda en el proceso de enseñanza - aprendizaje.

Me hago una pregunta que va más allá, ¿puede funcionar un equipo de trabajo como un aula educativa? ¿Facilitaría la alianza las relaciones entre los miembros de un grupo de trabajo? ¿Facilitaría la incorporación de nuevos miembros? Reflexión personal. 

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