DE HÉROES SIN CAPA QUE ENSEÑAN A VIVIR

Este post quiero dedicarlo a unos héroes que no portan capas, que son todas las maestras, maestros, profesoras y profesores que me han acompañado a lo largo de mi educación (extensible a todas las maestras y maestros, profesoras y profesores del globo terráqueo), entre los que se encuentran: Mª Eugenia Ortega, Víctor Morales, Francisco Blanco, Manuel Estepa, Reyes, Concha, Luis Miguel, Víctor, Paqui, Diego, Ángel, Felipe, Reyes Marzal, Ignacio, Ismael, Puri, Carmen, Manuela Cristina, Luis Navarro, Carmen Mena, etcétera. Son ellas y ellos quienes me mostraron que el camino no es algo que se busca y se escoge, se crea y se construye con nuestras propias acciones. Gracias.

Suelo oir aquello de que los conocimientos que se enseñan ya no son válidos. Es cierto que no podemos seguir con un modelo implantado hace más de doscientos años, que tenía un objetivo claro que ya conocemos; no obstante, oigo hablar continuamente de la necesidad de un nuevo paradigma educativo, de cambiar los contenidos, cuando el problema real, en mi opinión, es el cómo, la metodología, la organización de las aulas en los centros, los espacios cerrados, la estandarización de los grupos (cuando la riqueza estriba en la diferencia de cada uno de sus miembros). Thomas Samuel Kuhn nos definía los paradigmas como "logros científicos universalmente reconocidos que ofrecen durante algún tiempo modelos de problemas y soluciones a una comunidad de expertos", y en la sociedad actual, el modelo existente no responde ni cuestiona las necesidades de los individuos que la conforman. Sin embargo, los profesionales que lidian a diario con este modelo, encuentran vías en las que propician el crecimiento personal de su alumnado. Tal vez se trate de algo más sencillo, como actualizar los conocimientos e incluir metodologías que ayuden a crear un entorno de aprendizaje motivante, léase el modelo propuesto por Claudio Naranjo, por poner uno de tantos ejemplos.

Para ello, quiero mostrar qué me enseñaron esas valientes mujeres y hombres citados en el primer párrafo de este post, pues lo que aprendí hace de mí lo que soy hoy.

Bien, a mí, en lengua, cuando me enseñaron a analizar una oración sintáctica y morfológicamente, aprendí que, al igual que en las oraciones, en la vida diaria, cuando surgen problemas, retos, objetivos que nos marcamos, hay que analizarlos, dividirlos por partes, para tener una mejor perspectiva y comprender qué necesito para superarlos o alcanzarlos.
A mí, cuando me enseñaron matemáticas, aprendí que, al igual que en las operaciones y problemas numéricos, en la vida diaria, hay que aprender a aplicar fórmulas que nos ayuden a sobrevivir.
A mí, cuando me enseñaron ciencias sociales, aprendí que mi mapa, el que alcanza mi vista y mi mente, no es el territorio, que hay muchos mapas y muchas gentes, y entendí qué significa tolerancia, respeto, humanidad, interdependencia.
A mí, cuando me enseñaron física y química, aprendí lo importante que es la naturaleza, la vida, el espacio que ocupamos y el tiempo de nuestra vida.
A mí, cuando me enseñaron manualidades, aprendí de la importancia de construir con nuestras propias manos, de utilizarlas para unirlas a otras y ser.
A mí, cuando me enseñaron filosofía, aprendí a razonar, a entender la lógica, a desarrollar un espíritu crítico y reflexivo que me permite distinguir y tener criterio suficiente para solventar cualquier situación.
A mí, cuando me enseñaron literatura, aprendí que los libros contienen sueños, mundos, vidas, y que con ellos no sólo se aprende sino que acompañan, te enseñan.
Hay algo muy importante que olvidamos al hablar de educación y es que el objetivo de la educación no es construir peones o patronos, sino personas felices.

¿Para qué este post hoy? Para mostrar, ahora que se habla de reválidas y pactos por la educación en nuestro país, que el problema no es el profesorado, no es el acceso al  uso de recursos tecnológicos, no son ratios por aula, ni edificios bonitos; tal vez, en esta sociedad moderna, la apariencia pesa en exceso, y creo, desde mi humilde opinión, que son tres las patas fundamentales para mejorar nuestro nivel de educación:

- Infraestructuras; no se trata de tener centros equipados con las últimas tecnologías, sino más bien que todos los centros se encuentren en las mismas condiciones, que sean capaces de cubrir las necesidades básicas del alumnado y del profesorado, y que desde ahí, sea la propia comunidad educativa del entorno del centro quien se implique y los haga crecer en función de las peculiaridades y necesidades de su ubicación.
- Docentes: es necesario que las políticas educativas se centren en darles el lugar que se merecen en la sociedad, pues son quienes, en conjunto con los padres, sientan las bases de futuras personas adultas con sueños y esperanzas que aprenden a construir un camino para sostener sus vidas y entender la importancia de la interdependencia en este mundo global. Enseñan a maestros, ingenieros, médicos, enfermeros, bomberos, policías, albañiles, peluqueros, barrenderos, filósofos, psicólogos, artistas, políticos, etc.
- Proyectos curriculares: creo que llevamos demasiado tiempo discutiendo sobre cosas tan absurdas como la inclusión en expediente de asignaturas como religión, ciudadanía, ética, etc., cuando la discusión importante y el debate a realizar versa sobre la inclusión de la educación emocional, del desarrollo de la creatividad y el talento a través de asignaturas artísticas como pueden ser el dibujo o el teatro; el debate debe versar sobre cómo distribuir al alumnado en el aula, cómo lograr la implicación del alumnado en su enseñanza, cómo ayudar al alumnado a crear las condiciones necesarias para alcanzar sus sueños; cómo enseñar al alumnado a ser autónomo, independiente, con capacidad crítica y reflexiva; cómo, cómo y cómo. Ya está bien de aulas en silencio y espacios cerrados para educar.

Para finalizar el post, una pequeña propuesta, un pequeño cambio que se podría incluir en los currículos educativos. Sería interesante que - en la educación primaria, secundaria y bachillerato, así como en la formación profesional - la primera hora de cada día lectivo fuese de tutoría, hora en que cada alumna y alumno tuviera un espacio para hablar sobre cómo se siente en relación al grupo, cuáles son sus expectativas, qué le está costando más trabajo, e incluso cuáles son sus sueños; un espacio en que sean escuchadas sus demandas y sus necesidades, en el que resolver conflictos internos del grupo, en que preparar al alumnado para la actividad diaria; tal vez, los cinco o diez últimos minutos podrían dedicarse a practicar mindfulness (sus bondades están comprobadas científicamente, según estudio realizado en personal sanitario británico). Creo que el coste sería cero, por qué no probar.

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